En primer lugar, como bien sabemos, en los últimos años se ha visto un incremento en el consumo de alimentos ultra procesados hipercalóricos y de baja densidad nutricional, ricos en grasas saturadas y azúcares simples los cuales desplazan alimentos buenos para nuestra salud ricos en fibra, vitaminas y minerales como frutas, verduras y cereales integrales. Esto ha producido un descenso en la calidad de nuestra alimentación y un incremento en los índices de obesidad a nivel global, lo que se traduce en un descenso en la calidad de vida.

Sin embargo, la obesidad no solo es un problema derivado de una mala alimentación ya que es una enfermedad multifactorial y uno de los factores más importantes son los niveles de actividad física, estos se han ido reduciendo a lo largo de los años debido a que tenemos acceso a actividades estimulantes que no requieren de esfuerzo físico gracias a los avances tecnológicos, traduciéndose en un gasto energético inferior y una pérdida de masa muscular lo que va a favorecer a la ganancia de peso.

Son especialmente preocupantes los índices de obesidad infantil ya que la obesidad es una enfermedad crónica que, si bien tiene un factor genético no modificable, la principal fuente de obesidad son los factores ambientales que si podemos modificar como son los hábitos alimentarios y de actividad física y estos hábitos se van a desarrollar a lo largo de la vida, siendo más fáciles de mantener los adquiridos cuando somos jóvenes.